El otro día una señora se sentó a mi lado en el camión, y le solté un Cortázar: “Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”. Le tuve que explicar a la policía que solo quería citar al escritor argentino.
Otro día, cansado de los bancos que no dejan de llamarme, le dije al operador con tono de Sabines: “Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad”.
En el mismo tono sabinesco y agradecido porque el señor de la tienda me perdonó dos pesos que me faltaban, le dije: gracias, “no te falta ningún pétalo”.
Mi patrón me mandó llamar, me advirtió que si seguía hablando de forma extraña tendría que despedirme, a lo que le respondí como lo haría José Ángel Buesa:
“Te digo adiós, y acaso con esta despedida, mi más hermoso sueño muere dentro de mí, pero te digo adiós, para toda la vida, aunque toda la vida siga pensando en ti”.
En una reunión de Alcohólicos Anónimos una mujer explicó que le tranquilizaba caminar sola, recordé la broma de Schopenhauer: “a mí también. Podemos salir juntos los dos”, le dije… ese día terminé teniendo una cita que no deseaba, y sí, terminamos borrachos.
Se me pasó el camión y le grité enojado: “Al perderte yo a ti, tu y yo hemos perdido: Yo por que tú eras, lo que yo más amaba, y tú por que yo era el que te amaba más” (Ernesto Cardenal)
Cuando en Neruda perdió mi equipo de fútbol, dije: “puedo escribir los versos más tristes esta noche”; y cuando me enamoré de la forma en que ella tomaba café, le confesé nerudianamente: “Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos”.
Debo, en calidad de urgencia, tener más charlas literarias, para evitar llenar de poesía las calles de mi pueblo. Resumiendo, como lo hace Benedetti: “estoy jodido y radiante. Quizá más lo primero que lo segundo y también viceversa”